Afuera de la ciudad
- Camila
- 17 sept 2017
- 2 Min. de lectura
Luego de aproximadamente 4 años de no ir al Tenedor del Cerro, hace algunos días fui nuevamente. Esta vez con dos extraordinarias personas que me han demostrado la existencia de la verdadera amistad.
No iba al restaurante desde hace mucho por la cantidad de personas que llegan y la larga espera para poder sentarse y comer. Ya había olvidado la bella vista que se tiene, el aire puro que se respira y el arte que te rodea en cada esquina del lugar. Es un destino ideal para empezar el domingo con sus seres queridos y salir de la rutina. Les recomiendo madrugar para no esperar mucho tiempo por conseguir mesa y así poder disfrutar al máximo todo lo que les ofrece el lugar (museos, canopy, naturaleza, etc.)
Los domingos hay bufet para desayunar. Ofrecen varias opciones de alimentos, es decir que no importa tus gustos o estilo de vida, seguro encontrarás algo rico con que nutrir tu cuerpo. Todo depende de escuchar a tu cuerpo (prestar atención a tus señales de hambre), ser creativo y tener fe en que pondrás algo en tu plato que realmente se te antoje comer y te haga sentir bien.
Por ejemplo, yo tenía ganas de fruta fresca acompañada de toats. Fui a la isla del pan y para mi sorpresa ¡encontré pan integral! (en pocos bufets ponen pan integral). Ya tenía el pan tostado, ahora me faltaba ver qué toppings le iba a poner… di varias vueltas por todas las islas del bufet y lo único que se me antojó comer fue queso, lo demás no me llamaba la atención. Quería algo fresco y me concentré en buscarlo, vi la isla de los omelettes y se me ocurrió pedir a los chefs algunos vegetales. Estaba feliz por ya tenía champiñones y tomate en mis toasts, lo que me faltaba era servirme fruta. Disfruté mi desayuno con una hermosa vista al volcán y sintiéndome orgullosa de haber podido encontrar la manera de satisfacer los “cravings” de mi cuerpo, gracias a mi creatividad.
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